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En un sexenio caracterizado por la corrupción y la violencia, una de las pocas fuentes de consuelo para millones de mexicanos fueron las apariciones públicas del presidente saliente, Enrique Peña Nieto; ya que siempre había algo en ellas que provocaba las risas tan necesarias ante la falta de resultados positivos.
Y aunque el aún mandatario tenía serios problemas cuando tenía que utilizar instrumentos como cortinas y rebanadas de pastel, su peor enemigo en sus apariciones públicas siempre fue él mismo. Entre otras cosas –casi todas negativas-, su administración será recordada por las pifias que constantemente cometió ante los micrófonos.
Ahora, a dos semanas de dejar el cargo, no quiso dejar pasar la oportunidad de hacernos pasar un buen rato, quizás por última vez. Durante la inauguración de un nuevo centro de salud en el estado de Baja California Sur, Peña Nieto estaba hablando sobre la percepción de los logros de su gobierno.
El mandatario estaba explicando que no hay que dejarse llevar por las impresiones y lo que se dice sobre los resultados de la administración, cuando dejó caer la que probablemente sea la última ‘joyita’ que nos regala antes de su salida del cargo, el próximo 30 de noviembre:
“No hay que irse con lo que uno piensa, con lo que uno imagina; sino que hay que tomar la ‘base cuántica’, o los números que realmente permitan hacer un balance objetivo.”
Después de ser sismógrafo (‘una vez sentí un temblor que nadie más sintió’), climatólogo (el ‘Caliento Global’), matemático (‘estamos a un minuto, no menos, como cinco’) y hasta comediante (el refresco del presidente), ahora resulta que también era físico teórico y nunca lo supimos. ¿O será que hay que serlo para comprender los logros de su gestión?
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